«Tras una larga enfermedad», según fuentes cercanas, ha muerto recién cumplidos sus 53 años, el pasado 11 de abril. Habíamos coincidimo muchas veces, la mayor parte en situaciones tensas: un desahucio con los maderos echando espuma por la boca, un escrache feminista que acabó en disturbios, una concentración del orgullo crítico con tensiones internas… Una vez tuvimos la oportunidad de llamarle por teléfono para entrevisarlo de cara a una investigación sobre el activismo LGTB radical y la izquierda, tema del cual era toda una figura. Y no lo hicimos por vergüenza, de lo cual nos arrepentiremos toda la vida.
Comenzó en los noventa en la televisión, lo que le granjó fama, además de su extravagancia y su travestimo y pública disidencia sexual. En la última década había radicalizado enormemente sus posturas políticas, abrazando manifiestamente el anarquismo. Sus campañas contra la homofobia política del PP y contra la Iglesia, dieron paso a su hostilidad contra esa nueva izquierda que se abre últimamente, tanto la que tiene escaños en el Parlamento, como la que usa las siglas «LGTB». Sin ir más lejos, en el último orgullo crítico le vimos defendiendo a Verónika Arauzo de la agresión que sufrió a manos de los trabajadores del Hotel Óscar, y criticando al COGAM por el buenrollismo que emanó tras la movida.
Dejamos su último texto, titulado «Izquierda, ¿Qué Izquierda?» crítico con esta nueva ola de izquierdismo rancio, de su blog Palabra de Artivista, que aconsejamos efusivamente consultar.
Un perro ladraba a lo lejos. Parecía advertir de algo: “La izquierda se apaga, se va, ¿no os dais cuenta?”, parecía avisar. Pero al poco su dueño le calló inmediatamente. ¡Que se van a dar cuenta, coñe!
En un principio eran todos de centro. Tan de centro, tan de centro que en realidad, como sabemos todos, son de derechas. Ahora nadie es de derechas. Es de centro. Incluso inventaron malabares lingüísticos como el de “centralidad del tablero” para no asustar a los fachas de siempre.
Pero de repente ahora son todos de izquierdas. Muy de izquierdas. Y hasta nos quiere hacer creer la caverna que dos señoras de peluquería y unos estudiantes becados son “la extrema izquierda”.
Deben estar muy seguros de que hemos olvidado qué es la izquierda real, esa que lucha contra el capitalismo que se hunde y nos arrastra con él; y que todas, tontas de nosotras, nos hemos tragado que la socialdemocracia es algo más que un recambio para mantener este sistema asesino.
Pues parece ser que no. Y que Rajoy, su corrupto PP, seguirá saqueando mientras pueda. Que Pedro Sánchez no es más que un patético remedo del PSOE de parecer lo que nunca fue. Que C’s y Podemos no son más que estrategia y recambio. Y que si IU se pliega a Podemos –sometiéndose a la derechización de éste– habrá hecho lo que el sistema lleva décadas intentado: la destrucción de la izquierda más blanda para imponer el capitalismo como única puerta.
Sí, sí, os aconsejo leer mi libro Plasma Virago para ver a dónde nos llevará esto en el futuro. Y si el sistema nos impone bazofias como las de Belén Esteban, nosotras debemos encontrar nuevos nodos de transmSit tibi terra levisisión.
Como dice el ejemplar Marcos Ana: Vale la pena luchar.
Sinceramente, todo esto me parece una ridiculez que ya está más que machacada. El peligro real es a dónde nos están llevando. Con la complacencia de esos pequeñoburgueses que sólo quieren volver al estado del bienestar de Zapatero y que el resto del mundo, Lampedusa, Melilla o Levos, se pudra de miseria. Yo sólo quiero mi nuevo Samsung o mi Iphone.